El dolor es una experiencia sensorial o emocional desagradable asociada a una lesión real o potencial y afecta casi al 33 % de la población. Sí, tal y como lo pueden leer, es una experiencia y como tal, puede ser real o potencial. Esto significa que existe un componente realmente subjetivo y por ende de cada ser humano abarcando no sólo el cuerpo sino la vida entera de la persona sufriente y de sus seres queridos. 

En el contexto del que emerge Mindfulness se busca explicarlo a través de una metáfora que siempre me ha resultado bien gráfica: 

“Cuando una persona ordinaria experimenta una sensación corporal dolorosa se preocupa, se angustia y se siente afligida. Entonces siente dos tipos de dolor el dolor físico y el mental. Es como si se viese atravesada por una flecha e inmediatamente después por una segunda, y experimentar el dolor de ambas.” 

La segunda flecha a la que se alude aquí representa el sufrimiento, que no es más que nuestra reacción emocional y mental a lo que está aconteciendo de manera primaria. 

Uno no elige muchas veces aquello de la realidad que nos impacta, pero si podemos decidir el modo en el que nos vamos a vincular con ello. 

De allí es que viene la fórmula muchas veces escuchada acerca de que el dolor es inevitable pero el sufrimiento es opcional. 

Mi camino en el trabajo con dolor crónico comenzó mucho antes que mi experiencia persona con el dolor. 

Hace mucho que trabajo con el cuerpo (además de psicóloga, soy bailarina y profesora de danza), y en estos años, pude ir observando que en el movimiento y al acercarnos al cuerpo, había algo más que formas y metas a las que llegar. Al trabajar con el mismo de manera consciente, podía descubrir sensaciones diferentes. Pude ver cómo estos aprendizajes se trasladaban a otras áreas de la vida. 

En el camino fui conociendo gente con lesiones, fui adaptando las clases, fui guiando un acercamiento más amable, hablando de posibilidades, de registro, de amabilidad y de procesos. Fue en el 2022, cuando luego de un tiempo de poca conexión conmigo misma y de mucho estrés (si, a los que hacen Mindfulness también nos pasa…), cuando me lesioné la columna vertebral, llevandome a un tiempo de reposo y de cambios en el tipo de ejercicio y clases que podía ahora dar. 

Recuerdo que esos momentos fueron de mucha angustia, y mucha necesidad de anticipación a ese futuro incierto que se me presentaba: ¿y de ahora más las cosas van a ser así? ¿siempre me va a doler? ¿Nunca más voy a poder hacer las actividades que hacía? 

Decidí tomarme un tiempo para acercarme de la mano de los médicos y del Mindfulness a este dolor. No fue agradable, surgían muchos obstáculos durante las prácticas, llegué a odiar las prácticas corporales, ya que sentía que me conectaban con la limitación. 

Fue en ese contexto, en el que surgió la oferta laboral de trabajar en el programa de dolor crónico en el Hospital Fleni. Estaba convocada a un programa, de calidad de vida, diseñado en 16 encuentros que implican un trabajo interdisciplinario de médicos clínicos, neurólogos, terapistas ocupacionales, psiquiatras y psicólogos. 

Me gusta mucho lo que ofrecemos allí. Desde nuestra área, brindamos un entrenamiento en Mindfulness que abarca desde aprender a detener el piloto automático (el que no nos permite registrar el cuerpo), aprender a acercarnos al dolor, a las trampas de la mente (aquello que nos decimos sobre lo que sucede), a cómo relacionarnos con nuestras emociones, e inclusive unos movimientos conscientes adaptados al dolor. 

A los mismos pacientes los evaluamos al comienzo y al finalizar el programa observando y reportando resultados positivos en la disminución de ansiedad y depresión asociados a la enfermedad. Refieren finalizar el programa con menos dolor, comprendiendo de manera directa la manera en que nuestros pensamientos y emociones mantienen y agudizan el dolor y cuán necesario es estar cerca de la experiencia para poder observarla en cada momento. Lo que llamamos dolor y lo sentimos como un bloque sustancial resulta ser diferente momento a momento y por lo tanto nos permite descubrir de manera más precisa que es lo que necesitamos momento a momento pudiendo de esta manera adaptar sus rutinas y sus vidas. Los cambios no sólo impactan en su vida, generando nuevos hábitos desde la práctica, sino también a los que los rodean. 

El dolor crónico está categorizado como aquella experiencia corporal que aqueja a las personas por más de 3 meses, limitando sus vidas en un múltiples aspectos y muchas veces generando como una “segunda o hasta tercera flecha” de depresión y ansiedad. 

Existen hoy día una infinidad de publicaciones que avalan la utilidad de las técnicas de Mindfulness para el tratamiento de las mismas. 

Una de las primeras publicaciones científicas acerca de éste constructo fue el trabajo del gran pionero y difusor de Mindfulness en occidente Jon Kabat Zinn. Su razón fue, aliviar el sufrimiento e impulsar una mayor compasión y sabiduría a las vidas y a la cultura. Fue quien comenzó en 1979 lo que denominó Programa de Reducción de Estrés y Relajación, y pasó a llamarse más tarde MBSR o reducción de estrés basado en Mindfulness. 

En uno de sus escritos nos cuenta cómo en el medio de un retiro de meditación pudo descubrir la necesidad de adaptar aquella manera de meditar para llevarla de manera simple a todas las personas sufrientes y con un énfasis en el desarrollo de una conciencia del momento presente y en la aceptación de las cosas tal cuál son. 

¿De qué forma nos ayuda Mindfulness? 

Un primer y enorme paso implica el hecho de poder estar presentes con aquello que nos aqueja, desde la cualidad de ACEPTACIÓN. Ésta consigna, suele ser bastante contraintuitiva porque todos, y de manera comprensible, intentamos huir de las sensaciones desagradables y aversivas que nos genera el dolor físico. Lejos de intentar aceptarlo e investigarlo un poco, para poder ver el mensaje que nos está emitiendo el cuerpo, tratamos de quitárnoslo de encima rápidamente. Esto es absolutamente comprensible, pero cuando aprendemos a abrirnos un poco a aquello que ya está ocurriendo y a transitar los matices de cada uno de los escenarios que se nos van presentando al atravesar el camino del dolor, podremos conocer la IMPERMANENCIA del mismo. 

Contamos con unos aliados invaluables para acercarnos a esa experiencia tan difícil: nuestra respiración y la minuciosa exploración guiada del cuerpo. Ambas prácticas constituyen modos sabios de acercarnos a nuestro cuerpo, un cuerpo que se experimenta “roto” y del que sólo queremos alejarnos en el medio de mucho enojo y frustración. 

Al quedarnos con la experiencia viva del dolor, se van abriendo las puertas a la observación de todas aquellas las emociones y pensamientos que aparecen momento a momento, entre los cuales estarán aquellos que usualmente nos arrasan y nos mantienen dentro del ciclo de perpetuación del sufrimiento. Aquella segunda flecha que amplifica y sostiene nuestra experiencia sufriente. 

Nace entonces la posibilidad de que emerjan “nuevas” posibilidades, que serán mucho más creativas ya que surgirán del mismísimo presente. 

Las prácticas de movimiento consciente y el naciente compromiso con el autocuidado nos ayudarán a modificar posturas, rutinas y conocer de manera más realista y amable cuál es nuestro límite personal. 

Cultivamos entonces la COMPASIÓN y la AUTOCOMPASIÓN, como modos más respetuosos y cariñosos de estar con lo que nos pasa. Al estar más cerquita nuestro podemos preguntarnos con mayor claridad y honestidad ¿qué necesito y……… ¿cómo tiendo a tratarme? 

El cultivo sostenido de Mindfulness se reflejará también en cambios neurocognitivos en nuestro cerebro: los pacientes con dolor crónico que practiquen sostenidamente presentarán mayor activación de la ínsula, la corteza cingulada anterior y la corteza prefrontal (relacionada a mayor atención centrada en lo sensorial) y menor activación de la amígdala (la cual inhibe la evaluación y reactividad emocional). Se modificará entonces la anticipación sobre el dolor y aumentará la claridad y la respuesta atenta. 

No podremos entonces cambiar la experiencia, pero sí la forma que nos relacionamos con la misma. 

Nadie dice que sea sencillo el camino. Muchas veces es desafiante y escarpado 

Es un gran desafío, pero a la vez un gran privilegio poder acompañar a este tipo de pacientes en su camino de autodescubrimiento y bienestar. Es bucear hondo en las experiencias que son desagradables, y que a través de Mindfulness podemos, con infinita paciencia volver a empezar una y otra vez. 


Lic. Yvonne Jaureguialzo